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  • mnoha

Salvando al mundo desde el sofá de mi salón

Nunca antes, el sofá había jugado un papel tan importante para luchar contra un enemigo tan silencioso y peligroso como el ya popular coronavirus. De todas formas, no quisiera yo quitarle importancia al papel que el sofá ha jugado y seguirá jugando cada jornada en nuestras vidas. ¡Qué sería de nuestro día a día si no disfrutáramos de esos plácidos momentos de relax mientras vemos una película o, mejor aún, mientras nos hacemos una pequeña siesta repantigados sobre él!


Un sofá cualquiera que probablemente lleve un armazón de Mapay
Imagen de un armazón fabricado en Mapay

Qué duda cabe que, hasta el momento, el confinamiento se ha convertido en la opción elegida por la mayoría de gobiernos de este mundo, además de considerarse como la fórmula más efectiva para luchar contra el Covid-19. Por supuesto, hasta que no se encuentre un remedio mejor (como una vacuna o un medicamento sanador), que esperamos que sea más pronto que tarde o que, por lo menos, no sea tan complejo de poner en práctica...


¡Nunca antes, el sofá había jugado un papel tan importante!


Quedarnos en casa, pues, se convierte en la única opción con la que podemos hacer frente a esta grave amenaza. Vamos, que viene a ser algo así como optar obligatoriamente por un “plan casero” (algo que se conoce en el argot moderno como el nesting, que deriva del inglés nest, que significa “nido”). Pero quién de los lectores va a negarme que no le inquietan las consecuencias que esta situación puede tener para la economía mundial. Nos enfrentamos a tiempos de gran incertidumbre, pues no sabemos qué nos deparará el mañana, pero lo que sí va a ser imprescindible es contar con la buena voluntad y la buena fe de la gente. Van a ser tiempos en los que es muy necesaria la solidaridad entre unos y otros, para vencer así las secuelas de esta pandemia. Van a ser tiempos duros en los que todos tendremos que ceder. Sí, todos. Quizá sean tiempos de valorar más lo autóctono, lo nuestro. Tiempos de pensar en los comercios de aquí, en los productos de aquí, en las fábricas de aquí...


Y es que, hablando de fábricas, y más concretamente de fábricas de sofás, nos encontramos precisamente en una tierra en la que hay montones de ellas. Además de toda una industria a su alrededor que suministra los armazones, las patas de los sofás, la gomaespuma, los muelles, los herrajes y un largo etcétera que hace que termine formando todo un tejido empresarial al que puede complicársele mucho la existencia. Por eso hablo de tiempos en los que va a ser necesaria la solidaridad.


De todas formas, quiero quedarme con la versión más positiva del asunto, pues se trata de un sector formado por gente de primera que ha demostrado que sabe sacar de donde a veces no hay, que sabe reinventarse cuando a veces las situaciones no acompañan o no son favorables, y que sabe ser solidaria como nadie cuando las condiciones son de lo más adversas, como ha ocurrido ahora, que en plena crisis del coronavirus, se ha puesto a fabricar mascarillas y yo qué sé cuántas cosas más, de manera altruista, para ayudar a nuestros sanitarios y a todo el que lo haya necesitado. ¡Cómo vamos a quedarnos con la versión más pesimista!


En fin, creo que es momento de cerrar el círculo. El papel que jugamos las personas es fundamental. Quién nos iba a decir que podríamos salvar al mundo desde nuestro sofá. ¡Nunca antes fue tan cómodo salvar al mundo y con un gesto tan sencillo! Pues de estas gentes, estos sofás; y de estos sofás estas grandes respuestas. Ahora es tiempo de reilusionarnos, pero, de momento, #QuédateEnCasa.


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